Realmente y con seguridad no sé qué es lo que busco caminando por esta senda en la que llevo algunos meses que me impulsa aseguir abundando sobre los contrastes tonales. Sé que conlleva una denaturalización de las visuales, un derroche en el gusto por el preciosismo tanto por la abundancia de siluetas, líneas como por el cromatismo que implica, pero algo me impide apartarme por ahora de esta indagación. Normalmente son fotografías que una vez hechas compruebo que en blanco y negro son gustosísimas, pero que una vez obtenidas, desecho, cuando sin embargo en otras ocasiones me he ido decantando por la búsqueda de estos tonos para conseguir algunos especiales blancos y negros.
Es un camino árido exponencialmente hablando, soy consciente de que el modo aspectual puede hacer que el espectador se quede en la superficie de la fotografía. Tal vez haya algo de eso, una especie de veladura que interpongo cuando, sin embargo, estoy escarbando más que nunca en el proceso interno.
Este disparo en concreto lo realicé el domingo pasado ante la puerta del perdón del conjunto de la catedral de Sevilla, al arco que sirve de entrada al patio de los naranjos, el sahn o patio de abluciones de la antigua mezquita almohade sobre la que se levantó el posterior edifico cristiano.
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