Se quedó atrás. En "Los zapatos rojos" hablé de la pérdida de la inocencia. Cuando se me quedó uno de ellos en los adoquines, mi padre paró al autobús para recuperarlo. Del bestiario de los inocentes necesita siempre su desarrollo. Como la inocencia. Porque sin desarrollo es criminal. La ingenuidad, su desarrollo natural, HUMANO, es lo que nos corresponde conservar y re-crear, el legado de nuestros padres, nuestros antepasados, sin inercia, con nuestro esfuerzo por poder volver a calzar el paraíso que nos pertenece, que nunca perdimos, porque simplemente está en cada ser humano. La esencia. Aunque recordarla cueste lágrimas rojas o de sangre. Es nuestra misión, la única del ser humano sobre la faz de la tierra. La única de nuestra vida. Siempre nos acompañarán los árboles, como en este caso el draco y el ombú. ¡Torpe de aquél que no sepa llorar lágrimas rojas! El insensible, el custodiado.
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¡Qué hermosura! Hoy descubro tu prosa magnífica junto a esos zapatos rojos.
ResponderEliminarAy esas lágrimas rojas tan bien reflejadas!
Muchos besos, Sofía.
Una gran sugerencia...que invita a la reflexión!
ResponderEliminarSaludos
Mark de Zabaleta