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Lo desperé al amanecer.Yo iba buscando las primeras luces de la aldaba del otoño. Agosto ya casi agostado. La encina seca y un puñado de ovejas. Lupita y Layla conmigo algo rezagadas, y otro perro que creí vislumbrar merodeando entre el pequeño rebaño. Ninguno de sus integrantes se mostraban perturbados. ¿Qué perro es?, pensé algo extrañada, no hay perro que guarde ese rebaño. Y entonces le vi su hermosa cola. ¡Un zorro, es un zorro! Mi engrama verbal llegó a su cerebro sin que yo articulara sonido alguno. Me miró fijamente a la vez que yo intentaba ajustar los parámetros de la cámara para poder dispararle. Ni segundos, instante de media vuelta para irse y esconderse entre la maleza de zarzas, retamas, adelfas y parras de uvas nacidas este año como por arte de magia en el arroyo.Una semana antes, Renard me había llamado con su ladrido.
Fotografía de Sofía Serra
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